Para Hugo Luna, el no es un punto de partida. Pese a conocer el básquet de grande, a base de esfuerzo y dedicación, sobrepuso golpes de la vida. Más tarde, la misma le encomendó momentos y recuerdos como jugador. Hoy, como DT, alzó a su amado Sportivo América a los escalones nacionales.
«Me mude cerca del club en el año 83, comencé a ir al club del barrio. Tuvimos la particularidad de dividir el tiempo entre el Club Oroño temprano durante el día y desde la tarde íbamos a Sportivo América«, contó sobre sus inicios.
A los 16 años y con una gran altura, dejó de lado la pelota de futbol. Por ello, Enrique Hachut lo invitó a entrenar y más tarde, en su primer año de juveniles al mando de ‘Pichi’ Rubulotta comenzó a participar en la máxima categoría.
Para 1991, dificultades económicas en su familia lo alejaron levemente del deporte, donde habiendo retornado a los entrenamientos, Sergio Córdoba dejó de tenerlo en consideración para la primera. Abandonó momentáneamente el básquet en 1993.
Si bien se apartó del básquet, no fue así con la institución de zona centro. «Me crie ahí, mi vida, mis amigos y mis afectos los hice todo en el club». Junto al hijo del casero, decidieron retomar la actividad, pero previamente se entonó desde lo físico.
«Al lado de la Asociación Rosarina, un amigo vivía en una pensión. El dueño, tenía pesas en una habitación y a los que vivían ahí les cobraba para hacer ejercicio. Le consultamos y no tuvo problemas, entonces para febrero con mi amigo nos pusimos a buscar club», declaró. República de la Sexta, se convirtió en su primer destino.
En 1997, arribó a El Tala, equipo que disputaba la Primera B. Paralelamente, al club le surgió la chance de disputar un repechaje para retornar a primera y el entrenador estuvo reacio en aceptar al interno. No obstante, tras unos meses de prueba y perseverancia, recibió la aprobación.
«Teniendo la suerte de ascender, jugando varios minutos después de tantos años, fue verdaderamente emocionante». Durante las siguientes dos campañas adaptándose a la ‘A’ local, tomó más protagonismo en su posición. Inclusive, eliminó a Sportsmen Unidos en playoffs.
Aunque no recibió compensación económica, Hugo destacó que «se manejaron de la forma más profesional posible y que un club es profesional por la metodología que emplea». Hasta ese momento, el ‘Rojo‘ se convirtió en su segunda casa. Para la campaña de 1999, se topó con el primer golpe de la vida.
Debido a los últimos resultados, mantuvo contacto con el ‘Pelado’ Marchica: «Es un gran profesional, me ayudó y encarriló a la complementación justa de baloncesto y gimnasio. Tiró mucho para que me sume con él». Finalmente en la Sexta, pero de verde, continuó disputando el torneo rosarino y además del provincial.
De golpe, una campaña complicada desde lo deportivo e inclusive personal, lo arrinconó al retiro: «Encontré un club muy desordenado y, pese a que hoy Luis Foradori es mi amigo, fue un entrenador muy complicado». Sin resultados, pocos minutos y desentendimientos tácticos, supusieron una feroz prueba de carácter.
Para la nueva década encontró algo de paz en Talleres RPB. En Villa Diego aprendió mucho, en base a la seria metodología de Marcelo Roig y, con la ‘T’, llegó a semifinales de la Rosarina. Luego de caer frente a Rosario Central, para el 2001 participó del Federativo. Aun así, el contexto que rodeó a Hugo, era igual de incierto como el de todos los argentinos.
A mitad de año, arribó al viejo continente, donde su padre lo esperó de brazos abiertos. «Pese a que estuvieron separados, la relación siempre fue buena. Mí viejo me mandó un pasaje para tres meses en Pamplona, España. Ya me había arreglado un club para entrenar, quería que me quedara a toda costa (risas)».
Pese a tener la posibilidad de quedarse y disputar la Liga EBA, no pudo renunciar a Rosario, por lo que terminó el año en Banco de Santa Fe. Para el equipo de Gonzalo Pastorino, disputó doble competencia hasta el 2002. «Fue un muy buen año y todavía tengo amigos de ahí», expresó

La temporada siguiente, el destino volvió a darle otro golpe de realidad. En 2003 un Belgrano de San Nicolás, aspirante al TNA, se mostró interesado, pero aquel sueño de profesionalización se desvaneció. Disputándose la Copa Mario Bernardini y tras tomar un rebote, se rompe el tendón de Aquiles.
Si bien ya estaba todo arreglado entre ambas partes para su partida, Banco se hizo cargo de los gastos. Sobre eso, contó: «Fueron increíbles conmigo, ocupándose de todos mis gastos y pagando el año que me quedaba de acuerdo». Pese a un pronóstico desalentador, sumando una discapacidad motriz, volvió al ruedo rápidamente.
De todas formas, se dio su renacimiento. El Tala, apareció con mejores condiciones y contención. Para el 2004, gracias a Freddy Cano y Fernando Paziencia «en un mes estaba volando». Recuperado y entusiasmado, devolvió cada centavo a base de gol. Tras una temporada revitalizadora, se fue nuevamente de Rosario.
Durante el 2005, en Elortondo, defendió los colores de Peñarol. A lo largo del certamen Venadense, el interno rosarino quedó maravillado: «Desde los jugadores, los dirigentes y la hinchada fue fenomenal». No obstante, estaba latente la necesidad de festejar en Rosario y por ello, tuvo un segundo ciclo en Sportsmen, coronando el Top 4.
En 2006, gracias a Diego Vadell, pasó durante media campaña a Santa Paula de Gálvez. Además de incorporarse a un equipo con el objetivo de ascender a Liga B, disfrutó la estructura de un equipo con pasado de Liga Nacional. Básicamente, en Gálvez «fue donde más profesional me sentí».

Lamentablemente, pese a que el proyecto tomó un rumbo desafortunado, ese mismo año hizo historia en Carcarañá. Hugo Luna llegó a un Cremería que además de pasar por su centenario, venía de subcampeonar durante tres campañas seguidas frente a Norte de Armstrong.
Con la serie a su favor 2 a 0, el campeonato se definía en el Jorge Ferrero. Entonces, Hugo, recordó: «Cuando vamos a jugar el tercer partido, Norte colocó lonas con sus equipos campeones y encima la de ese mismo torneo, que todavía no terminaba». Tras perder el tercer juego, el historial y factor psicológico pesaron.
Días después, durante el entrenamiento, ocurrió un momento que quedó marcado a fuego en el rosarino. «En medio de la charla y mientras se abren los portones del gimnasio, se armó una fiesta de 200 personas, con bombos y papeles alentando. Lloramos de emoción, a día de hoy se me pone la piel de pollo».
Concluido el cuarto partido, con una diferencia surrealista, gritó campeón Cañandense. Luego, cerró: «Fue genial, tuvieron que retirar la lona del 2006». Al año siguiente, retornó definitivamente a Rosario. Con Fisherton, disputó la Primera A, aunque una dificultad dentro del vestuario terminó en su corte.
Desde el 2008, se mantuvo en la máxima división defendiendo a Los Rosarinos Estudiantil. «A pesar de lo que pasó, los dirigentes me contactaron. Trabajé muy tranquilo y me agarró en un tramo duro de mi carrera profesional. Jugar y producir un programa ya no se volvía compatible. Tengo los mejores recuerdos», expresó.
Finalmente en 2010, retornó al club de sus amores pero de una forma particular, Sportivo América. A la vez que Luna planeó su retiro definitivo, la institución de calle Tucumán descendió a la ‘B‘ y tras la reiterada insistencia de su entrenador, bailó por última vez en el parquet. A falta de dos meses para terminar la fase regular, en cancha de Náutico, volvió a la ‘A‘.
«Al final de mi carrera sentí que de una u otra forma iba a seguir ligado al deporte», confesó.
Luego de un intento fallido de ejecutar proyectos en el club, cuatro años después, llegó su etapa como entrenador. «Pasaron cinco años y algo me faltaba, entonces acompañado de mi mujer le dimos para adelante», declaró. A partir del 2016, comenzó la progresión exponencial del ‘Verde’ al plano nacional.
América inició por un proceso institucional y deportivo, que un año después tuvo a Hugo Luna como artífice principal. Previamente, llegando desde la ‘C’, se coronó campeón de la Primera B. Mantuvo el invicto por 19 fechas y coronó con el ascenso a la A2 ese mismo año. Arrasó de la mano de John Thomas y un plantel preparado para la gloria.
Tras asentarse en la Superliga de Rosario, se dio el escalonamiento máximo hasta el momento. Desde el 2018, la institución disputa la Liga Argentina, el segundo nivel nacional. «América tiene todo para ser un equipo nacional, este presente lo estoy viviendo con mucha alegría». A lo largo de su carrera, destacó por su tenacidad, su trabajo y su capacidad de sobreponerse a los golpes y amarguras de la vida.

Trayectoria como jugador
- Sportivo América (1991/1993) y (2010).
- El Tala (1997/1998) y (2004)
- Sportsmen Unidos (1999) y (2005)
- Talleres RPB (2000/2001)
- Alvecom Maristas de Pamplona (2001)
- Banco de Santa Fe (2001/2002)
- Peñarol de Elortondo (2005)
- Santa Paula de Gálvez (2006)
- Cremería de Carcarañá (2006)
- Fisherton (2007)
- Los Rosarios Estudiantil (2008/2009)
Trayectoria como entrenador
- Sportivo América (2016/Actualidad)