Sebastián Ginobili, actual director técnico de Instituto, fue el protagonista de la última edición de las «Charlas de Instalive». ‘Sepo’, cerró su carrera basquetbolística en 2012, cuando colgó las zapatillas. En ese momento, tomó la decisión de estar al costado de la línea como cabeza de equipo.
Su recorrido comenzó en 2013 en Bahía Basket hasta el 2019. A partir de ese año, se hizo cargo del plantel de ‘La Gloria’ cordobesa. En ambos equipos disputó la Liga Nacional de Básquet (LNB). Pero su relación con el deporte comenzó en las divisiones formativas en Bahiense del Norte de Bahía Blanca hace muchos años.
El base dio el salto al profesionalismo en 1991 con Quilmes de Mar del Plata disputando la LNB. Otros de los pasos que se destacan son Deportivo Roca, Estudiantes de Bahía Blanca, Estudiantes de Olavarría y Libertad de Sunchales fue su último equipo. Entre 2002 y 2003, disputó la ACB española con Lobos Cantabria.
Dentro de su carrera deportiva en Estudiantes de Bahía Blanca en la temporada 1996/97, compartió equipo con su hermano Emanuel Ginobili. Con ese equipo llegaron a disputar las semifinales de la LNB donde fueron vencidos por Atenas de Córdoba, quien luego se consagró campeón. También compartió equipo con su otro hermano, Leandro, en Quilmes.
¿Cómo está el comienzo del año?
-Difícil, ahora estoy en Buenos Aires en el hotel. Esta última semana los contagios nos tocaron a nosotros. Tenemos cinco jugadores con casos positivos. Eso, indica que todo el equipo está recluido. Con este virus, nos olvidamos de la parte deportiva. Ahora, nos tenemos que enfocar en la salud y recuperar a esos jugadores. Algunos jugadores presentaron síntomas, pero, en general están bien.
¿En qué momento los agarró?
-Veníamos ganando y cuando pasa eso es un buen momento. Estábamos encontrando un nivel alto de juego y lo que queríamos, era seguir mejorando. La actualidad, es que hace una semana que estamos parados sin entrenar. Estamos esperando la recuperación de los jugadores y después volver a casa. Hoy estamos con el tiempo puesto sólo para recuperar jugadores. Pero ese, es tiempo perdido para entrenar.


¿Cuesta transmitir una idea clara en esta situación?
-Estoy aprendiendo. Es una situación nueva para todos. Estábamos acostumbrados a jugar tres partidos seguidos y después una semana para entrenar. Acá es el día a día, no sabes si vas a tener el tiempo de entrenamiento adecuado. Para mí es difícil, porque por ahí no tenés tiempo para preparar un partido. Cuando las cosas no funcionan, no podés corregirlo porque el tiempo es escaso. Los entrenadores estamos todos en la misma, tratando de desarrollar una planificación basada en prueba y error.
¿Cómo es jugar sin público?
-La verdad, es que uno se acostumbra. Por ahí son cosas que motivan al jugador. Pero hace como cuatro meses que jugamos así. Estamos en Buenos Aires, fuera de nuestra casa. Es acostumbrarse y después tratar de hacer lo mejor posible en el día a día y llegar de la mejor manera al nivel de juego.
¿Qué opinión tenés con respecto a la organización del torneo?
-Encontraron la manera de volver a competir. Era lo que necesitábamos todo. No sé si es la adecuada, me parece que mirándolo fríamente es la única manera. Hoy día hay provincias cerradas y trasladar un equipo de un lugar a otro hubiera sido un riesgo. Encontraron una manera para competir. El básquet y el ambiente necesitaban volver.
¿Cómo fue tu comienzo en el básquet?
-Mi papá (NdR: Jorge) fue jugador, entrenador y presidente. Siempre pegado al club, que quedaba a una cuadra de mi casa. Desde que tengo uso de razón que voy a Bahíense y estoy cerca de la pelota de básquet. Los primeros años, lo hacía porque estaba cerca de casa. En el 1984/85, cuando comenzó la Liga Nacional, me empezó a picar el bichito. Al principio fue un hobby y a los 13 empezar a ver La Liga y querer hacer lo mismo que los que jugaban.
¿De qué manera se dio tu primera experiencia fuera de casa?
-Desde Quilmes, me invitaron a un campamento en julio de 1990. Daniel Frola me invitó, era el asistente del ‘Huevo’ Sánchez. Quedé y al tiempo estaba jugando Liga ‘B’. Integré un equipo de muy buenos jugadores y logramos el ascenso. A partir de ahí entré en Liga Nacional y no salí más. Tuve la fortuna de estar en un club con objetivos altos. El ‘Huevo’, tenía relación con mi familia y mí hermano Leandro ya estaba jugando ahí. Ese era el lugar ideal para dar ese saltito y poder hacer de esto una profesión.
¿Cómo fue el debut en Liga Nacional y en el clásico de Mar del Plata?
-Jugamos en el Superdomo, Peñarol era un equipo que hacía unos años estaba en primera. Nosotros éramos un equipo bueno y joven, para pelear mitad de tabla. Ese primer partido fue algo increíble. Cuando íbamos llegando a la cancha se escuchaban los gritos. Entré a la cancha para ir al vestuario y sentí esa sensación de cumplir el primer sueño. Jugar la Liga Nacional ‘A’. Fue un gran año en todo sentido.
¿Fue importante que tu primer entrenador fuera el ‘Huevo’?
-Sí, fue una persona a la que le tenía confianza. No era alguien nuevo para mí. Es la persona que me dio la posibilidad de ser base en un equipo profesional. Soy un agradecido por eso. Todo lo que vino después, tuvo mucho que ver con Oscar. Él me dio esa posibilidad de esa primera experiencia. Me mostró lo que es ser un profesional y vivir como tal.
¿Cómo fue el paso por Deportivo Roca?
-Después de seis años en Mar del Plata, sabía que tenía que dar un paso y salir de la zona de confort. Fue un cambio de rol para buscar un poco más de protagonismo. Llegué a un lugar ideal, con muchos problemas económicos pero sin extranjeros. El juego se basó en los jugadores nacionales. Volví a tener a Sergio Hernández como DT, fue un reencuentro lindo. En la parte deportiva terminamos en el puesto 11 o 12, pero fue un año muy bueno en la parte individual.


¿Cómo fue formar parte de La Liga con Estudiantes y compartir cancha con tu hermano Emanuel?
-Fue un reto muy grande. En la época que yo surgí, Bahía Blanca no era un lugar para jugadores jóvenes. Bahía y Olimpo tenían equipos muy buenos. Jugadores ya establecidos y era difícil que te den un lugar. Cuando volví, la situación era distinta. Se enfocaban en jugadores de Bahía Blanca. Ese año, estaba Emanuel después de un año muy bueno, con Hernán Jasen y Miguel Viña. Eran jugadores muy jóvenes y lo querían reforzar con basquetbolistas de experiencia y de la ciudad. Fue increíble, potenciado por haber compartido equipo con mí hermano donde terminó de explotar. Nos encontramos como hermanos, de no vernos nunca a estar conviviendo 24 horas al día.
¿Cómo se vivió ese año en la familia Ginobili?
-El ver a mis viejos en la cancha todos los partidos, fue algo nuevo. Fue un año de furor por nuestro equipo, la cancha siempre llena. En gran parte fue por mí hermano. Era un jugador muy seductor de ver. El hecho de que mis viejos estén ahí con toda mi familia, era algo nuevo para todos. Lo disfrutamos todos.
¿Cómo fue el paso por España?
-Me fui con 30 años, en plena crisis del 2001. Tenía el pasaporte por Manu y aproveché la posibilidad para no arrepentirme después de no saber cómo es. Lo tomé como una experiencia de vida. Con la misma responsabilidad deportiva. Vi que no podía seguir creciendo y volví. Lo que me dejó ese paso es la madurez como jugador. Se vio reflejado en La Liga cuando volví.
Al regreso conseguiste el campeonato con Libertad, ¿qué recuerdos tenés?
-Fue un año buenísimo, con un equipo veterano. Experiencia y muy solido. Los tres jugadores extranjeros de un alto nivel. Eran el talento que necesitaba el equipo para ser imbatibles. Fue un año redondo. Por ahí, nos faltó arrimar un poco más en un torneo internacional. Jugamos dos y nos quedamos en semis. Con ese plantel tuvimos un récord de 10/1 en playoffs que no es fácil hacerlo.


¿Cómo te describirías como jugador? ¿Encontrás en La Liga un jugador parecido a vos?
-Cómo jugador, rescato la inteligencia de saber que era lo que necesitaba el equipo. Hubo años en los que me tocó pasar mucho la pelota. El año del campeonato, me encargué de que le llegara siempre a Robert Battle. Todo dependía del rol que me pedía el entrenador. Seguramente haya jugadores mucho mejores. Hoy, hay más anotadores, más verticales o más dinámicos. Pero no sé si hay uno como yo, no pienso en ninguno parecido a mí.
¿Cuándo sentiste el click de pasar de jugador a entrenador?
-En los últimos años de mi carrera, empecé a tomar todo de otra manera. Empecé a abrir un poco más los ojos y escuchar, no dentro de la cancha. Ahora lo hacía dentro del micro. Empecé a interiorizarme y preguntar sobre todo. No pensaba en ser entrenador de Liga a corto plazo, estaba pensando en el desarrollo de jugadores jóvenes. Trabajar y devolverle algo de lo que me dio mi club. Seis meses después, me encontré dirigiendo en Liga.
¿Es más difícil ser jugador o entrenador?
-Lo más lindo de todo es ser jugador. Cuando sos jugador, tenés la pelota en la mano. Jugás. Eso es lo divertido. Como entrenador hay muchas cosas que no dependen de vos. Uno trata de mantener la calma, pero él que toma la decisión es el jugador. Por más idea que haya. Si tengo que elegir, el juego pasa por el jugador y es la parte más entretenida del deporte.


¿Cómo definís los seis años de proyecto en Bahía Basket?
-Fue un lugar de aprendizaje. Soy parte del trabajo que se realizó en la escuelita con otros profesionales. Empezamos con una idea de desarrollo de jugadores de entre 22 y 23 años. Al año, nos dimos cuenta que lo íbamos a tener muy poco tiempo. Con el paso del tiempo, bajamos la edad a 17 y 18. Te daba la posibilidad de tenerlos por muchos años y trabajarlos con el tiempo necesario. Empezaron a verse los resultados. Máximo Fjellerup en San Lorenzo, Lucio Redivo en Novipiú JB Monferrato o Leandro Bolmaro en Barcelona. El haber influido en una mínima parte en su crecimiento, te deja la satisfacción de que el trabajo estuvo bien hecho.
¿Cómo fue vestir la ‘Albiceleste’?
-Vestir la camiseta de la Selección es una sensación y un sentimiento único. No lo hice mucho, jugué en un U22 y en uno mayores. Pero la verdad, es que es una sensación única. Más allá de los torneos que jugué, pude disfrutar de lo que es ser parte de un plantel de Argentina.


¿Qué significó la ‘Generación Dorada’?
-Estaba Manu y tenía amigos. Pero destaco que fue integrado por jugadores a los cuales los enfrentaba en nuestra Liga. Con ese plantel me sentía muy bien representado como argentino y como alguien que desarrollaba la misma profesión. Llevaron adelante un nivel de juego muy bueno, además de la química que tenían. Lo que se logró ese año, es muy similar a lo hecho en el Mundial.
¿Te sorprendió el nivel en el Mundial 2019?
-Sí. Cuando empezó el proceso, dije: ‘Si llegan a estar entre los ocho mejores y después pegan un buen cruce, va a ser un éxito’. Pero pegaron varios cruces y llegaron a la final (risas). Se lo ganaron, veía jugar al equipo y daban la sensación de que eran insuperables. Cuando se logra eso, es emocionante. Me sentí súper representados. Podrían haber perdido en el cruce con Serbia o Francia y el sentimiento iba a ser el mismo. El legado es Luis, transmite la cultura del trabajo y del compromiso. Cuando no esté más, el ese legado lo pasará el ‘Tortu’ Deck, después Campazzo, Laprovittola y todos los chicos que vienen de abajo.
¿Hay buen futuro en nuestro básquet?
-Hay buen talento. Al pasarlo a la Selección, esos jugadores tienen que cruzar el charco y competir con los mejores. Es lo que están haciendo Brussino, Bolmaro y Deck, entre otros. Te hace enfrentarte y entrenarte con los mejores, provoca que el nivel aumente. Hay mucho talento.
¿Cuáles fueron los tres momentos que más disfrutaste?
-No ato el disfrutar con el ganar. Disfruté toda mi época como jugador, lo bueno y lo malo. El entrar al vestuario y verme reflejado en los ojos de mis compañeros. Entrar a la cancha y ver en mis compañeros querer lo mismo, es lo que más extraño. Ahora, como entrenador también disfruto mucho todo. El básquet me dio muchos momentos buenos.
¿Cómo describís a los equipos del ‘Sepo’?
-Tienen que tener un alto nivel de intensidad. Dar buenos pases y tomar buenos tiros. Correr bien la cancha y generar con ventajas rápidas. A veces salen y otras no, depende mucho de los jugadores. El entrenador se tiene que adaptar a ellos. Me gusta que el equipo juegue bien, con mucha solidaridad y que tenga lo grupal por sobre lo individual.