Natasha Spiatta, jugadora de Ben Hur, dialogó con Línea de Tres sobre cómo está sobrellevando el parate de la competencia y sus ganas de entrar a la cancha. «Se extraña mucho la adrenalina de entrenar y competir. Todo eso no se puede reemplazar con nada», expresó.
Natasha detalló cómo es su vida personal sin competición y la posibilidad de estar más tiempo en familia. En el marco puramente deportivo, recorrimos su trayectoria desde sus comienzos en Newell’s, la creación del básquet femenino en Ben-Hur, su paso por las selecciones juveniles y su desempeño en Unión Florida.
Spiatta es un gran baluarte del básquet nacional, además de ‘BH’ jugó en grandes equipos a lo largo de su trayectoria. Debutó en ‘La Lepra’ en 1999, antes de mudar su juego al barrio Abasto. Allí permaneció hasta el 2010. Después de un gran año deportivo, empacó sus cosas y se trasladó a la capital con el fin de seguir creciendo en lo deportivo y académico.
«Me encantó estar en Buenos Aires, maduré mucho y empecé a estudiar Comercio Exterior», comentó. Desde el 2011, hasta 2016, jugó en Unión Florida. Allí, estuvo cuatro meses inactiva por su embarazo en 2013 y volvió al ‘Verde y Naranja’ en 2017.
¿Se extraña mucho el básquet?
-Bastante. Se extraña mucho la adrenalina de entrenar y competir.
¿Cómo sobrellevas esa falta de competencia?
-Reemplazarlo por algo es imposible, todo lo que te genera el deporte no se puede reemplazar pero le encontramos la manera de poder entrenar en casa.
¿Es fácil la adaptación?
-No, al principio costaba mucho. Juega mucho el tema emocional, que es lo que te incentiva o qué te motiva. Nunca paramos, pero la motivación juega un papel muy importante.
¿Tenés expectativas que vuelva la competencia a finales de este año?
-Me encanta ser positiva, me encantaría por lo menos un cuadrangular un fin de semana, pero la realidad es que lo veo difícil.
¿Surgió algo positivo de estar tanto tiempo en casa?
-A nivel familiar, pudimos estar los cuatro juntos. Cuando mi marido está en temporada, se va una semana de gira y una vuelve. Así es difícil tener una regularidad. La pandemia logró que podamos enfrentar un montón de situaciones juntos sin que tenga que viajar o tenga compromisos. En ese aspecto nos vino bárbaro.
¿Qué te llevó a jugar al básquet desde tan chica?
-Mi papá jugó al básquet hasta los 19 años y junto con mi hermana jugábamos al fútbol en una plaza a la vuelta de mi casa. Se ve que por sacarnos de la calle nos quiso mandar a un club, nos dijo ‘empiecen a jugar al básquet y si les gusta siguen’. Empezamos en Newell’s y no hubo marcha atrás.
¿Cómo fue salir campeona desde infantiles hasta primera división?
-Fue algo muy especial, en Ben-Hur formamos un gran grupo humano, no sólo las jugadoras. Cuando nos hicimos más grandes y ya no podíamos seguir el básquet mixto, junto a los padres formamos en el club el básquet femenino. Después llegó Daniela Oldani y nos ayudó a crear las categorías de cero.
¿Cómo fue jugar tan joven en la máxima categoría del básquet nacional?
-Fue una experiencia muy linda, porque desde el cuerpo técnico me cuidaron bastante en un montón de aspectos que hicieron que no lo tenga que «sufrir» y pueda disfrutarlo. En ese momento, enfrentarte con 15 años a los equipos de Buenos Aires fue único.
¿Qué se sintió ser parte de la selección provincial de mayores a los 17 años?
-Fue raro. Por suerte fui con Daniela Oldani, éramos las únicas de Rosario. Lo pude disfrutar. Enfrente estaban las chicas de Capital, entre ellas Marcela Pauleta y Alejandra Fernández. Eran cracks de la Selección, fue una muy linda experiencia.
¿Cómo te fue en tu segunda competencia internacional con la Selección?
-Ahí arrancó mi camada, en el primero en Ecuador era más chica y en el equipo estaba Agostina Burani, Macarena Rosset, Andrea Boquete y Natacha Pérez. Eran todas más grandes que yo, entonces era entre la jugadora 10 o la 12. Mi rol era distinto. Ya en el segundo Sudamericano tenía un rol más protagónico, era más importante en el equipo.
¿El 2009 y el 2010 fueron tus mejores años en la liga local?
-A nivel individual fueron de los mejores años en Rosario, fueron clave para poder irme a Bs As. Después en el 2012, ya en mi segundo año allá, a nivel equipo fue uno de mis mejores años también.
¿Cómo fue la adaptación para vivir en Buenos Aires?
-Los primeros meses viví en la casa de Gregorio Martínez, quien era mi entrenador, con sus hijas. Ellas son de mi camada, la pasé bomba. Después me fui a vivir sola a un departamento y ya cambiaron las cosas, me tenía que organizar de otra manera, tenía 18 años y había que hacer un montón de cosas. Arranqué la facultad en Palermo, me tomaba un subte y un tren todos los días. Fue una experiencia muy linda e importante para formar mi personalidad.
¿Qué te dejaron como experiencia los Juegos ODESUR de Medellín?
–Fue algo hermoso, tiene como condimento conocer la realidad de muchos otros deportes y su competencia. Al charlar con ellos, podés ver cómo lo viven cada uno. Uno siempre dice que el básquet podría tener muchas más cosas de las que tiene, incluso en el femenino, pero ahí te encontrás con otro deporte donde la realidad puede ser peor. Los ODESUR fueron algo que nunca soñé, pero terminó siendo único.
¿Cómo fue la experiencia del pre-mundial de EEUU?
-Te topas con otra realidad, la rompes en Buenos Aires, te enfrentas a Estados Unidos y te das cuenta lo que te falta para ser una jugadora completa. Fue muy lindo porque tuvimos la suerte de jugarlo en Colorado Springs, en un centro de alto rendimiento, era como un CeNARD, pero mucho más grande. Incluso desde el hotel hasta la cancha nos tomábamos un colectivo.
¿Cuál fue el o la entrenadora que más te marcó en tu carrera?
Dos fundamentales, una Daniela Oldani, que de chiquita me enseñó un montón de cosas que por ahí se entrenan en determinadas edades, entonces me agarró en el momento justo. El otro fue Gregorio Martínez, me tuvo en mi etapa de querer profesionalizarme y me ayudó mucho a ser una jugadora más completa. También me ayudó mucho en crear una disciplina profesional, en todos los aspectos.
¿Cuál fue el momento más lindo que te dió el básquet?
-Hay muchos, pero el 3×3 de Grecia que lo jugué con mi marido, ‘no sabía que era mi marido pero él ya me gustaba’. Fue algo muy lindo, no jugamos dentro de la cancha pero lo iba a ver y ellos nos venían a ver a nosotras, así que compartimos muchas cosas. La verdad es que el básquet me dio muchas cosas hermosas y no podría elegir sólo una, salvo esa en Atenas donde conocí al padre de mis hijos.
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