Lionel Ceñera es un entrenador de extensa trayectoria por el básquet rosarino y la selección local y provincial. Actualmente, se dedica a la formación de jugadores a través de las inferiores. Esto, le permite poder acompañar a los jóvenes en su desarrollo, para que de a poco se vayan convirtiendo en jugadores competitivos y profesionales.
¿Te cuesta adaptarte a las nuevas plataformas?
-No me quedó otra, me cuesta mucho. Pero yo creo que cuando uno trabaja con los más chiquitos lo presencial es fundamental, porque podes corregir y podes potenciar, pero nos fuimos adaptando. Lo que sí queda claro es que, en lo personal, nada va a reemplazar las clases presenciales, porque hay un factor emocional que ninguna tecnología puede suplir.
¿Cómo te fue en lo personal durante la pandemia?
-En lo personal me sirvió para estar con mi familia, porque en la vorágine del trabajo diario no estoy, no los puedo ver crecer a mis hijos y no puedo estar al lado de mi esposa, ayudándola con las cosas de la casa. Ahora estoy más con mis chicos y puedo ayudar en las tareas.
¿Cómo es no estar en el día a día del básquet?
Al principio fue muy duro, porque uno planifica y no es sólo por los chicos, sino que uno también necesita estar en la cancha para poder expresarse y poder volcar todo lo que uno cree conveniente, para brindarles recursos a los chicos y así lo puedan aprender. Pero principalmente por no poder estar cerca para alentar y potenciar a un chico y decirle lo que significa errar, si bien lo digo por zoom, no es lo mismo que el cara a cara.
¿Qué es lo que más extrañas del básquet?
-Cuando trabajas en escuelita y U13 como yo, lo nuestro es al revés, nuestro trabajo duro es antes del partido, porque uno los cita, los cambias, los haces firmar y cuando empieza el partido uno se relaja y empieza a disfrutar del juego. Donde tratas que pongan en práctica todo lo que fuiste dando en la semana. Distinto de una división superior, donde los chicos se cambian solos, das la charla técnica y cuando empieza el partido, comienza la verdad de la cuestión.
Extraño eso, el juego en sí, pero mucho más el contacto previo del juego con los chicos. También los viajes y los encuentros, eso se extraña muchísimo. Además de jugar con otros chicos, te empezás a relacionar con otros profes con los que te reunís, tomás mates, un café, te quedás hablando, intercambiando ideas de lo que hacen y de lo que no. Ese contacto, esa relación, se extraña mucho.
¿Cómo analizas la vuelta a los entrenamientos?
-En primer lugar, era primordial que los chicos empiecen a moverse, porque esto trae aparejado un montón de cuestiones que están relacionado con la obesidad y hasta con problemas emocionales. Ellos no ven al compañero y no pueden salir. Desde el punto de vista de la salud, me parece bárbaro que vuelva y después nosotros como formadores no hay problemas, porque tenemos que tener recursos individuales para que el chico pueda trabajar. Así que eso no sería un inconveniente.
El objetivo primordial en esta situación es que el chico pueda volver al club y pueda estar en contacto, ya que forma parte de su hogar y de su escuela. Hay chicos que entran a la cancha y la miran maravillados después de tanto tiempo, no lo pueden creer. Antes entraban todos los días y ahora no pueden creer que no puedan estar adentro. Entonces como objetivo primario es que vuelvan para rodearse de su gente. Sus familias también pueden, a través del deporte, recibir una ayuda, porque no son momentos fáciles. Ya que tener chicos muy chiquitos se hace muy complejo para tenerlos en casa. Por eso el club es una gran ayuda. Uno extraña a los chicos y a las familias, se tiene muchas ganas de volver a verlos.
¿Cómo crees que van a tomar los clubes esta situación de estar sin competir con entrenadores sin trabajo y jugadores sin jugar? ¿Cuál crees que puede ser el mayor déficit que pueden llegar a sufrir?
-Si bien el básquet es un trabajo en equipo, me parece que esta situación compleja tocó a cada uno de distinta forma. Esto tiene que ver con su personalidad y su forma de ser. Creo que el objetivo primario es volver a ser que se muevan y que estén en actividad, por una cuestión de salud. Después los entrenadores veremos cómo incorporamos alguna estrategia o algo que tiene que ver en un funcionamiento en equipo. Lo que nosotros queremos es tener a todos los chicos adentro del club y que en algún momento comience la competencia. Y a medida que se vaya desarrollando, vamos a ir tomando los recaudos y las decisiones que correspondan.
Con los chicos más pequeños no hay apuro, pero un entrenador de primera va a tener un objetivo específico, el de intermedia otro y para los que estamos en la base algo completamente distinto. Lo que si me da la sensación de que los tres vamos a tener que coordinar y ensamblar para el bien de la institución, para el bien de los chicos y de todas las familias, para poder hacer un trabajo coordinado y que todos los conflictos que se vayan presentando se los puedan resolver en conjunto y lo más rápido posible.
¿Cómo arrancó tu amor por el básquet?
-Estoy en la Sexta desde que nací y nunca me fui de acá. De los tres clubes que tuve la oportunidad de trabajar, dos son de mi barrio. Acá es más fácil ver un chico picando la pelota de básquet que llevándola con el pie, es un muy basquetbolero. En mis comienzos íbamos a jugar al básquet a Temperley y en verano nos íbamos a la pileta de Sportsmen Unidos, después cada uno jugaba en su club, eso estaba muy bueno. Mis padres me dejaron en el club para que yo pueda socializar, para que yo tenga una contención y me empiece a relacionar. Después se me abrió la cabeza con la educación física para ser profe, me gustó y nunca me aparté del campo, ya sea como entrenador o profesor.
¿Qué significa que tu hijo e hija sigan este camino de jugar al básquet y además en Temperley?
-Me encanta. Lo puedo contar desde el sentimiento, pero estas cosas le tienen que pasar a cada uno. Que hayan ido al club que yo elegí es algo muy importante, porque tranquilamente pueden buscar otra opción y que elijan el deporte que uno le gusta es una satisfacción doble. Considero que el básquet es el deporte más lindo de todos, el chico que llega al club viene con otras premisas, con otros objetivos.
¿Por qué la gente de Rosario te quiere tanto?
-¿Sabés por qué valoran mi trabajo? Porque me han podido ver en mi club, en la Selección y nunca traiciono mis ideales. Nunca tomo un atajo, yo estoy en divisiones formativas, no tiro por la borda todo mi trabajo por ganar un partido. Si se pierde no pasa nada, no deja de ser un partido. Si lo gano de una forma que yo sé que al chico no le sirve para su formación, me voy mal. Porque no es una cuestión de ganar, sino de formar. Yo quiero ganar pero sin atajos, no permito nada desleal, el objetivo primordial es formar.
El problema está cuando eso se invierte y se pone como objetivo ganar en una categoría U13 y después elegís formar. He visto chicos meter 20 puntos en U13 acá en Rosario y después en la Selección no han podido meter más de seis puntos y han salido llorando de la cancha. Veo cómo se desarrollan en Rosario y después les cuesta desempeñarse en una categoría mayor.
¿En qué momento decidiste que lo tuyo era entrenar a los más jóvenes y no a las categorías mayores?
-Es una cuestión sentimental y familiar. Un día en mi casa, los vi a mi hijos muy grandes, sobre todo al mayor y dije ¿en qué momento creció tanto? Era irme a las siete de la tarde, volver a las doce de la noche por dirigir la primera, comer sólo, si ganás no podes dormir porque ganaste y si perdés no podes dormir porque perdiste. En el plano emocional dije hasta acá llegué. Me siento cómodo trabajando con los chicos, con las familias y hasta U13 estoy bien.
¿Cómo ves el básquet de Rosario en general?
-Lo único que espero es que está pandemia haga que los clubes vuelvan a mirar a las fuentes. Que los clubes vuelvan a tener una conciencia de que fueron creados con un objetivo social, para contener y después por una cuestión deportiva. Porque en algunos lados eso se invirtió. Hay clubes que buscan ser sólo campeones y traen jugadores de afuera. Y con eso se dejó de lado lo social. Pero eso hay que equilibrarlo.
La parte social donde se propone lo inclusivo y donde todos pueden jugar. No puede ser que hoy un chico de 15 años no tenga condiciones y no juegue. Si ese chico no está en el club, empieza a estar en la calle a la deriva y con eso se le genera un problema a la familia. Entonces, el club debe contener hasta los 17 años al menos, más allá de cómo juegue. Después está lo deportivo, formar chicos para que el día de mañana tengan la posibilidad de representarnos afuera, como en nuestro caso Marcos Giordano y otros. Así que espero que esto haga recapacitar, porque creo que algunas prioridades están cambiadas en algunos clubes.
¿Qué mensaje le dejarías a los amantes del básquet rosarino?
-La reflexión que hago es que al básquet hay que disfrutarlo de una forma más relajada, es un bello deporte. Los niños con su objetivo primario, ayudar a las familias, sus viajes, conocer gente de todos lados. Hay que disfrutarlo, hay que disfrutar de los hijos y dejarnos de joder con esto de jugar a puertas cerradas y que la gente pueda ir a ver básquet. Ganar o perder forma parte del juego, es sinónimo de educación. Los que estamos en el mini, trabajamos en descomprimir la situación y unirnos. Los cuatro entrenadores de la Sexta estamos juntos, vamos a encuentros para ir formando una consciencia, poder jugar partidos sin conflictos y poder disfrutar de un espectáculo. Yo soy hincha del básquet de Rosario y hoy por hoy, con defectos y virtudes, somos la segunda Asociación en cantidad de afiliados. Hay que disfrutar la Rosarina.
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