El 29 de diciembre de 1997 nunca va a ser olvidado, porque ese día Atalaya Club vivió por primera vez en su historia el momento máximo de gloria. Ese grupo de jugadores, con su Guillermo Pío All a la cabeza, nunca serán omitidos. Ejemplo de lucha en la adversidad, lograron llevar al ‘Azul’ a la cumbre rosarina a 60 años de su fundación.
Plantel


Miguel Moyano, Eduardo Peca, Mariano García, Guillermo Pío All (DT), Martín Moser, Germán Andersen, Gastón Morange, Gabriel Paradiso, Pablo Vela, Mauricio Piva, Leandro Tano, Sebastián Garnero, Julio Galván y Gabriel Bracco.
El renacimiento ‘Azul’


Previo al momento dorado, bajo la dirección de Juan García, se inició el resurgimiento deportivo. En 1991, perdió la final de Primera C contra Unión de Arroyo Seco, pero el hecho de haber clasificado para jugarla ya lo depositaba en la ‘B’.
Un año después, todo continuó de forma perfecta, culminando en el segundo puesto, clasificando en forma directa a semifinales. Solo había que ganar la serie y empezar a festejar el tan ansiado retorno, pero lamentablemente no fue tan fácil. Sportivo América también buscó su propia felicidad.
Si bien, tras derrotar al ‘Verde’, retornó a la ‘A’, Atalaya no quiso dejar pasar la oportunidad de coronarse campeón de la categoría. Así fue, venció a Echesortu en la final y se consagró por cuarta vez campeón del segundo peldaño rosarino.


Pese a aquellos triunfos y hazañas, causantes de una indescriptible alegría tanto para varias generaciones, como emblemas deportivos que no lograron aquella inalcanzable cima, faltaba algo; el campeonato en Primera A. En conclusión, 1997 fue el año de la coronación.
Fue campeón con los jugadores de las inferiores, con los consagrados que vinieron a sumar con humildad y trabajo, además de la mística ganadora de Pío en el timón. Por capricho del destino, festejó en la sede de Juan Manuel de Rosas, con un grito que salió desde el alma y abarcó toda la República de la Sexta.
Por ello, Ld3 reunió algunos testimonios de quienes quedaron marcados en las viejas baldosas del Luis Ornatti y en los libros de historia de Atalaya. Leandro Tano, Guillermo Pio All, Mariano García y Gabriel Bracco, fueron parte de la recopilación de recuerdos del 97′. Por otra parte, hubo aportes especiales.
Leandro Tano


Había una buena base de jugadores, con juveniles y experimentados de mucho nivel en esa época. No obstante, con la llegada de Leandro desde su Firmat natal, como la de tantos otros estudiantes, el plantel se completó.
«Desde el principio hubo una buena química, sumado al timón de Pío All», comentó.
«Atalaya de por sí es un club muy especial. Siempre se caracterizó por ser un lugar muy familiar y por estar siempre con el equipo. Durante cinco temporadas que estuve jugando ahí, me sentí como en casa», relató Leandro, radicado hoy en Italia.
Tras mucho trabajo previo y entrenamiento, el equipo fue consiente de que iba a ser una campaña muy exigente. (NdR: la temporada de la ‘A’ contemplaba a 16 equipos.) Con varios partidos ganados y otros tantos perdidos, a mitad de año se hizo el clic. «Después de que ganamos la copa de Temperley, nos miramos entre todos y sabíamos que se podía pelear el campeonato», destacó.
Guillermo Pío All


Pio All, venía trabajando en la parte física con el grupo, durante tres años. Esa temporada, le dieron la responsabilidad máxima en Primera. Sobre esto, Pío contempló: «Arrancamos el torneo sabiendo que éramos un equipo muy joven con muy buenas individualidades y muchas ganas de trabajar».
Recordó las primeras fechas, donde los resultados fueron muy irregulares, pero el equipo de a poco encontró su forma de jugar. «Por un lado propusimos un juego rápido de transición, y por otro lado un ataque fijo de cinco o seis pases que nos daba mucho resultado. Éramos un equipo con un goleo muy repartido y una defensa individual muy fuerte», expresó.
A partir de mitad de año, luego de ganar la Copa Losada, la intención estuvo en meterse entre los cuatro mejores: «Sin dudas que el grupo humano que formamos con los jugadores fue factor fundamental para la obtención del campeonato. El grupo siempre fue muy unido, dentro y fuera de la cancha, estoy seguro qué ese factor fue fundamental para los logros conseguidos», afirmó.
Primero, Atalaya clasificó cuarto en la Zona A1, por lo cual disputó cuartos de final contra Banco de Santa Fe donde no hubo mayor inconveniente. Mucho sacrificio y trabajo duro fue siempre la consigna del grupo, responsabilidad en el trabajo y alegría a la hora de jugar y sacrificarse por el equipo.
Sobre aquella semifinal contra Sportsmen Unidos, rememoró: «Fue terriblemente emocionante. Recién en el quinto partido logramos sacar una gran ventaja y llegar con tranquilidad al cierre. Fue una serie muy intensa y emotiva. Atalaya nunca había llegado a una final de primera división».
Más tarde, llegó la ansiada final contra Provincial, la cual en el cuarto punto y un triple a la carrera, quedaron con una gran frustración. «Pasamos navidad entrenando y el quinto juego fue una verdadera demostración de defensa y ataques. Llegamos a ganar por 20 puntos», reconoció.
«Siempre el grupo tuvo en claro que el equipo estaba por encima de nosotros mismos», declaró.
Finalmente, el emblemático entrenador cerró: «Sin dudas Atalaya, tanto a mí como a muchos, nos abrió un camino importante en el básquet de Rosario. Nos dio una familia a los que éramos de otras ciudades, y nos permitió crecer como personas. En la conducción del club en esos años estaba Raúl ‘Tito’ García; una gran persona, que junto a la comisión directiva nos permitieron desarrollar nuestras ideas y apoyar al equipo en todo momento».
Mariano García


Hijo de ‘Tito’, fue el más chico del grupo, con 16 años, pero participó siempre de los entrenamientos. «Noté desde el primer momento el crecimiento del equipo, desde lo deportivo y lo grupal. Todos entendimos la idea principal, al punto de que llegamos mentalizados a los playoffs», contó.
Si bien Mariano no fue partícipe de la semifinal contra Sportsmen Unidos (NdR: integró un torneo en Mar del Plata, reclutado por Regatas San Nicolás), si fue parte de la final versus Provincial.
«Fue una serie que pudo ser para cualquiera», aseveró García, respecto el choque ante Provincial.
Quien fuera un cadete en aquella campaña, dijo: «Tuvimos constancia, trabajamos mucho y aseguramos el compromiso, son cosas que siempre voy a valorar y recordar. Nos juntábamos después de los entrenamientos y partidos, por lo que si no hubiese sido por el grupo humano que se formó detrás, no hubiéramos salido campeones».
Hoy día, 24 años después, rememoró con emoción el festejo final, eterno: «Cuando sonó la chicharra había hinchas llorando y abrazándose, compañeros eufóricos y yo estaba abrazado a mi viejo. Son cosas que se me quedaron grabadas a fuego».
Gabriel Bracco


Volviendo en el tiempo, recordó sobre la primera incursión de la temporada: «La fase regular fue tranquila, donde nos encontramos con altibajos. Pero a fin de cuentas nos fuimos forjando. Realmente el grupo fue de menos a más. En los playoffs se vio y pudimos lograr los objetivos planteados».
En referencia a la etapa final del torneo, ratificó los dichos de sus ex compañeros. Estaban para pelearle a cualquiera, a lo cual Gabriel expresó: «Llegó primero Sportsmen Unidos, el rival de toda la vida con el cual jugamos y disputamos cinco partidazos. Ganar el clásico fue un lujo inolvidable».
Y cerró: «Finalmente, tocó Provincial, que con un triple nos amargó el festejo. Pero en un quinto partido, ganar dentro del Alberto Ornatti, fue un broche de oro perfecto».
Sebastián Garnero
El recuerdo de la odisea ‘Azul’, no podía no contar con las palabras de uno de sus emblemas máximos. Con respecto al plantel y al logro del 97′, Garnero expresó: «Ese momento es bastante sencillo de describir. Buenas personas y buenos jugadores, es un buen combo que no te asegura el éxito, pero te lo hace más fácil. Trabajo a conciencia, vinculo y amor por la camiseta y la cuota justa de suerte hizo que llegáramos a ganar el torneo».
Ídolo en la tierra y el cielo
Por esas fatalidades de la vida, un pilar fundamental de aquella epopeya no se encuentra en el plano terrenal. Los campeones de 1997 y los seguidores de aquellos guerreros lo mantienen en sus corazones y aprovecharon para rendir un humilde homenaje, junto a Ld3.
Natalia Piva (Hermana de Mauricio): «Enérgico, escurridizo, vivaz, lleno de luz y fuerza, desbordabas alegría y felicidad, amigo de todos. Bella persona por dentro y por fuera. Y cómo no recordar tus comienzos en el Club Atalaya que te vio nacer y te dio a los mejores amigos y amigas que podías tener».
«Miles de hazañas y aventuras te brindó el básquet y todo lo que rodea a este hermoso deporte y a este gran club que fue y será parte de nuestra familia. Y como vos decías… ‘En el momento que salís campeón, ¡tu corazón estalla!’. Feliz de haber formado parte de tu hermoso camino recorrido en esta vida».
Sebastián Garnero (Compañero de la vida): «Bueno, lo que debería ser una situación sencilla donde las palabras brotaran de manera simple para definirte, se vuelve algo complejo; encontrar las más justas, que te identifiquen hasta me parece imposible. Hablar de lo deportivo por ahí es lo mas fácil: Compañero, positivo, leal, competitivo, simplemente insoportable para tus rivales, a niveles que ninguno quería que lo defendieras».
«Nos divertimos mucho adentro de la cancha, nos entendíamos con solo mirarnos, como en la vida. Esa vida que pasamos juntos, que disfrutaste a tu manera, dando todo, brindándote con todos. En esta etapa donde ya no busco explicaciones, lo único que deseo es que todos tengan alguien en su vida como vos (mis hijos sobre todo) con ese don de unir, hacer sentir parte al otro, con es valor de la amistad que no todos tienen. Te extraño todos los días, Mauri«.
Gabriel Bracco (Camarada de cancha): «Quiero hacer un paréntesis sobre una persona increíble, un compañero en el juego que ponía garra y te contagiaba, un amigo fuera de la cancha, con la que no podías no reírte, de lo que decía o hacía y por sobre todas las cosas, una gran persona».
Por esto y mucho más ¡Gracias Mauricio Piva!


Tras más de 20 años, los protagonistas de esa epopeya local, mantienen la química que tanto caracterizó a ese grupo. Asados y reuniones de por medio, mantienen encendida la llama del recuerdo no solo del festejo pasional en el Ornatti, sino también de aquel cinco sagaz, nacido en las baldosas del mismo.
Atalaya continuó con esa extraña mística de barrio, de auténtica motivación en todas las campañas. Llegó a consagrarse nuevamente en la ciudad. Siempre, con las gargantas roncas de tanto alentar y con las camisetas flameando, como ofrenda al cielo por los ‘Azules’ que ya no están.

